2. Controla tu colesterol: debemos empezar a preocuparnos si nuestro nivel de colesterol es superior a 200 mg/dl. El 75% del colesterol de nuestra sangre proviene de nuestro hígado y nuestras propias células, y el 25% restante de la comida.
3. Come mejor: la dieta es el factor de riesgo que causa más muertes y discapacidades en el mundo desarrollado. La AHA recomienda seguir las siguientes pautas:
- Mantén un diario en el que apuntas lo que comes todos los días.
- Come más vegetales y frutas.
- Come alimentos integrales.
- Come pescado al menos dos veces por semana.
- Limita el consumo de grasas trans y saturadas, y los alimentos ricos en colesterol y azúcar.
- Haz que tu dieta sea lo más variada posible siguiendo estas reglas (es más divertido y cansa menos).
4. Controla tu presión arterial
La hipertensión hace que nuestra sangre fluya por las arterias con demasiada fuerza, lo que afecta a la totalidad de nuestros órganos vitales. Una presión demasiado alta puede matarnos sin que nos demos cuenta.
5. Pierde peso
Si tenemos obesidad o sobrepeso, casi con total probabilidad, tendremos otros factores de riesgo. Si nuestro Índice de Masa Corporal es mayor de 25, deberíamos empezar a preocuparnos, pero si es mayor de 30 estamos expuestos a un riesgo significativo de padecer problemas cardiovasculares y deberíamos adelgazar cuanto antes.
6. Reduce el nivel de azúcar en sangre
Aunque la diabetes es una enfermedad tratable, y con la que se puede vivir, sólo el hecho de padecerla eleva en grado sumo las posibilidades de padecer un infarto o un ictus.
Para controlar el nivel de glucosa en sangre hay que seguir estos consejos:
- Reducir el consumo de azúcares simples, presentes, sobre todo, en los refrescos y los dulces.
- Hacer ejercicio regular, lo que afecta directamente a la respuesta de nuestro cuerpo a la insulina.
- Tomar la medicación adecuada si entramos en la zona de riesgo
7. Deja de fumar
Si fumas poco importa que cumplas a rajatabla los otros seis pasos, dejar los cigarrillos debe ser una prioridad
Fumar daña el sistema circulatorio, aumenta el riesgo de padecer aneurismas y enfermedades coronarias y fomenta la aparición de coágulos en la sangre. Sus efectos son acumulativos y, sin contar el cáncer, puede llevarnos de cabeza a sufrir un infarto o un ictus.
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